24 septiembre, 2006

 

Entrega tres

Índice general del blog

(En la que descubrirá, con regocijo, que no están usted, o la persona que ama, enfermos de nada).


Segunda Hipótesis
LA GORDURA NO ES UNA ENFERMEDAD


Todas las enfermedades que conocemos tienen tres factores comunes.
Veamos los dos primeros:

.– Son desagradables.

.– Producen sufrimientos.


Muchas pasan desapercibidas durante largos años. Sus portadores ignoran que las padecen. Es más, sin estudios especiales (algunos extremadamente sofisticados) no se llegan a descubrir. Pero sus consecuencias, a la larga, harán, invariablemente, aparecer signos y síntomas que serán desagradables y harán sufrir a quienes las deban soportar.

El tercer factor en común es que

.– Todas ellas son tratadas por profesionales en el arte de curar.
(Médicos, cirujanos, psicólogos, odontólogos, fisiatras...)

Cuando uno se sienta a meditar sobre la gordura, la ilación de ideas no tiene más camino que terminar en esos tres asertos: es desagradable, hace sufrir a sus portadores y es tratada por profesionales del arte de curar.



La deducción es predecible: “LA GORDURA ES UNA ENFERMEDAD”

Me gustaría, para llevar mejor el razonamiento y llegar a la conclusión que pretendo en esta segunda hipótesis, que aceptemos, en principio, que lo es en realidad.
Vamos paso por paso.

1.– “La gordura es desagradable”
En estos tiempos del nuevo milenio, obviamente es desagradable. Por lo menos en nuestra cultura occidental.
En otras épocas...en otras culturas, no lo ha sido o es para nada.
Antiguamente la gordura era signo de salud y opulencia
En la era pre-antibiótica, a modo de ejemplo, las enfermedades infecciosas crónicas (tomemos como modelos a la tuberculosis y a la sífilis, por nombrar las más expandidas y temidas entonces) terminaban con sus portadores enflaquecidos hasta extremos horripilantes. Otra característica muy importante de destacar era la de su transmisión por convivencia.
Era común que quien compartiera su vida con un tuberculoso se transformara, a su vez, en tuberculoso. La sífilis es de transmisión sexual, por lo que el que cohabitara con un sifilítico tenía muchas chances de contraer el padecimiento.
Por eso, casi todo el mundo trataba de evitar vivir junto a esos enfermos. Se los aislaba, se los discriminaba. Era un modo cruel, pero comprensible para esas épocas, de defender la conservación propia y de la especie.

Un problema estrictamente médico, se tornaba, por el método de la prueba y el error, en un cambio de hábitos culturales. Cambio de hábitos que, forzosamente, debía traer como consecuencia una legión de “víctimas inocentes”: las personas genéticamente delgadas a perpetuidad –me refiero a aquellos con genética incapacidad para acumular grasas–.
Ellos, “los flacos”, eran sospechados de ser enfermos contagiantes, por lo que se los discriminaba tanto como a los portadores legítimos de esas “lacras”.

La madre de una muchacha de principios del siglo XX, hacía lo imposible para engordar a su niña.
La gordura era la antítesis de la enfermedad.
La antítesis de enfermedad es salud.
Ergo: la gordura era salud.

El parecer estético también estaba condicionado por todo este fenómeno: una mujer longilínea era, por definición, delgada, pero a la vista de todos era “flaca”. Y si flaca: sospechosa. Luego, no era apetecible a los ojos del varón. Y si su figura no apetecía, no era estética.
Los hombres gustaban de las mujeres gordas, pulposas...Sanas, para que no los “contagien”; para que puedan vivir lo suficiente, y con la vitalidad necesaria, como para engendrar muchos hijos y asegurar la continuidad de la raza humana.
Ellas los preferían de cuerpos musculosos y llenos de vigor, por el mismo motivo. Y si su naturaleza, o sus actividades sedentarias les impedían lucir físicos así, el exceso de grasas de la gordura podía disimular tales carencias.

Mucho antes, en el renacimiento, la opulencia corporal era, a su vez, signo de poder económico y elegancia mayúsculos.
En esas épocas las enfermedades también consumían a sus portadores.
También por esos tiempos se trataba de engordar a los jóvenes de ambos sexos. Pero en esos años los alimentos que permitían engordar (más adelante trataremos el tema más puntualmente) eran carísimos, y por lo tanto vedados a los estratos sociales medios y bajos, que eran, como ahora, la inmensa mayoría. Solo los muy escasos ricos podían consumir productos que “proporcionaban salud” (gordura): harinas refinadas, azúcar, frutas en abundancia, dulces y miel.
Los retratistas de entonces, los que nos han legado las imágenes de aquellas modas y costumbres, eran profesionales que sobrevivían vendiendo el producto de su arte, y los que podían pagarlos eran los pertenecientes a las clases adineradas. Los mismos que podían proveerse de los carísimos alimentos engordantes. Es por eso que las imágenes que heredamos son las de personas robustas, y, mejor, más que robustas.
Los estratos mayoritarios de todas las sociedades se sustentaban, aunque muchas veces escasamente, con alimentos de muy buena calidad: carnes, lácteos, huevos y vegetales, de los que hasta podían autoabastecerse, pero que no podían engordarlos.
Ellos, los de escasos recursos, tenían las más de las veces el aspecto de "pobres flacos enfermos".
Los ricos padecían las mismas enfermedades que los pobres, pero les era más fácil disimularlo durante mucho tiempo, por lo que aún enfermos podían mantener una “imagen saludable”.

En el aquí y el ahora, como dicen los psicólogos, hay atavismos de esas viejas culturas. Existen comunidades en donde la opulencia femenina es sinónimo de hermosura. En esos lugares a las mujeres ni se les ocurre “ponerse a dieta” para tener el cuerpo de las modelos de tapa. En todo el orbe, la “saludable” gordura de los bebes es mostrada con orgullo por sus padres y abuelos.


2.– “La gordura produce sufrimientos”
Esto “parece cierto”. Los gordos “sufren” su gordura (los encomillados tendrán su explicación más adelante). Ahora es a ellos a quienes se los discrimina y aísla.
Se creen minusvalidados para un gran número de cosas: no pueden vestir a la usanza; se sienten impedidos de mostrarse semidesnudos en donde la gente se muestra así (gimnasios, playas...); ni siquiera pueden, algunos, concurrir a cines y teatros, o viajar en aviones, porque no entran en las butacas; un gran número de ellos sienten que tienen vedado el acercamiento romántico a las personas del sexo opuesto que les atraen. Deben, tantísimas veces, quedarse con una pareja que no les apetece, porque es la única que han podido conseguir para evitar la condena de seguir el resto de su vida solos. Están convencidos de que han perdido la capacidad de elegir, y eso creo que es una de las consecuencias más graves. Se autorreprimen socialmente: tienen vergüenza de que se los vea en “ese estado”. Se sienten obligados a complacer a quienes ocasionalmente los acompañen, mostrándose elocuentes y de excelente humor (aunque sus almas estén desgarradas por algún desgraciado devenir de su existencia); a realizar el agotador esfuerzo de vivir perpetuamente “sonriendo para la foto” de una vida que, quizá por muchas razones, les impida posar espontáneamente felices.

Terminaré este párrafo con una paradoja que, pretendo, lo deje intrigado, y que trataremos de razonar oportunamente: SI LA GORDURA NO PRODUJERA ESTOS PADECERES, ES MUY SEGURO QUE NO HABRÍA TANTOS GORDOS


3.– “La gordura es tratada por profesionales del arte de curar”.
Es lógico que las cosas sucedan así. Es un padecimiento humano, y somos nosotros los que hemos sido entrenados para tratar los padecimientos humanos.
La historia es bastante afín con la de los demás “problemas del cuerpo”.
Cuando los gordos –allá por fines del siglo XIX– fueron tan numerosos como para llamar la atención y despertar el interés de los científicos, muchos de ellos comenzaron a dedicarse a tratar de resolver el nuevo conflicto de sus sufrientes congéneres.
Así como en los principios había en los hospitales “salas de febriles”, seguramente se inauguraron “salas de gordos”.
Mas como el número de gordos aumentaba en mayor proporción que el de febriles, a alguien ha de habérsele ocurrido la progresista idea de establecer “sanatorios exclusivos para la recuperación de pacientes gordos”, cosa que, obviamente, fue muy rentable para sus mentores, ya que la idea aún tiene auge, y el planeta está abarrotado de lugares destinados a esos fines.
Otros, menos institucionalistas, comenzaron a tratarlos en forma ambulatoria: seguramente eran muchísimos los que, estando gordos, no justificaban una internación.
Los encargados de tratar a esos pacientes comenzaron profundas investigaciones sobre las características y particularidades de la nutrición humana, y como desde el principio se “sospechó” que esos “disturbios de la salud” eran el resultado de desarreglos metabólicos, fueron los Endocrinólogos los encomendados a encontrar soluciones al problema. Fue así como los Especialistas en Endocrinología, Metabolismo y Nutrición, comenzaron a hacerse cargo de una cada vez más inmensa multitud de sufridos “pacientes”.

Muchas décadas han pasado desde entonces, y a ese respecto nada se ha modificado (y cuando digo nada, quiero decir justamente eso: nada). Siguen, hoy en día, los Especialistas en Endocrinología, Metabolismo y Nutrición siendo los oficialmente comisionados para el tratamiento de la obesidad, y generalmente los gordos los eligen como los profesionales indicados para su primera consulta.
Y ellos, ateniéndose al dogma de sus orígenes, siguen tratándolos tal cual como lo hacían los colegas de las generaciones que les precedieron, sin que pueda adivinarse en casi ninguno alguna actitud escéptica que los acerque a los principios fundamentales de la ciencia. Repiten, casi todos, exactamente lo mismo que les enseñaron sus “progenitores”.

Pero como el problema aún no tiene atisbos de solución, los pacientes gordos (“pacientes” debe leerse aquí como adjetivo) buscan otros caminos.
Y como ahora están de moda las “Medicinas Alternativas”, ellos recurren a sus cultores: acupunturistas, pseudohomeópatas, hipnotizadores, astrólogos...magos. Por lo que estos comenzaron a intervenir (al principio discretamente, pero ahora en la forma más descarada) en el “lucrativo negocio de curar a los gordos”


Contrariando a la Medicina Oficial; a la opinión de los médicos alópatas diplomados; a los autodiplomados seudohomeópatas, a los acupuntores y a todos los otros, uno tiene una postura radicalmente opuesta, una hipótesis muy temeraria, que tratará de defender con todos los argumentos de los que disponga: LA GORDURA NO ES UNA ENFERMEDAD.

La gordura no es más que un proceso fisiológico y normal.

Naturalmente hay una mayor predisposición genética en unos que en otros para acumular más o menos grasas ante la misma cuota alimentaria (esa es la causa primordial para que algunos tengan más conflictos que los otros).

La grasa –la gordura no es más que portar un mayor o menor exceso de ella– es un tejido muy especial, creado para resolver el problema de guardar energía para cuando falte.
El fin teleológico del tejido graso (la teleología es la doctrina de las causas finales, o de adaptación a propósitos definidos) es que quien posea una abundante cantidad de tejido adiposo, si no tuviese nada para alimentarse durante un tiempo más o menos prolongado, en sus grasas encontrará la energía necesaria que le permita tener fuerzas suficientes como para ir a buscar los alimentos indispensables para su subsistencia (cazar, recolectar... Quizá hasta luchar por ellos).
Es otro mecanismo de defensa más conque nos ha dotado natura para adaptarnos a vivir en un mundo en donde la posibilidad de consecución de alimentos pueda llegar a ser incierta. Un león que no acumulara la suficiente cantidad de grasa cuando consigue una buena presa, no podría sobrevivir si la caza se le dificultara. No tendría fuerzas suficientes para perseguir a un animal y alimentarse de él después de un par de semanas de inanición. El tejido adiposo acumulado gracias al último gran banquete, le dará la vitalidad suficiente como para lograr una próxima comida, aún muchos días después. La perpetuación de su especie está asegurada gracias a ese manto protector de la adiposidad que su generoso organismo ha acumulado en los magníficos tiempos de bonanza.

Sostener que la gordura es una enfermedad equivale a tomar como algo patológico el tener muchos anticuerpos; o demasiada fuerza muscular; o muchísimo ingenio y capacidad de adaptación para sortear situaciones de riesgo…
Por todo esto, la gordura, aún desagradando, produciendo sufrimientos a quienes la lleven y siendo tratada por profesionales especializados en el tema, está muy lejos, a pesar de todo, de poder ser considerada una enfermedad.

La gordura es, tan solo, “un conflicto”, y como conflicto debe ser abordada.
Estoy absolutamente convencido de que esta confusión (enfermedad vs. conflicto) es la causa de los fracasos en los intentos por “vencerla”.

Si realmente fuese una enfermedad, ya los médicos nos hubiésemos puesto de acuerdo en como curarla. Ya hubiésemos encontrado, aunque más no fuese, una manera de aliviarla, o, por lo menos, de detener su geométrica expansión.
Estamos enfrentados, en la mayoría de nuestras consultas, a un sinnúmero de conflictos que son mucho más difíciles de resolver que las enfermedades clasificadas. La gordura no es más que uno de esos complejos conflictos. El considerarla una enfermedad nos hace la vida más fácil; el transcurrir de nuestra profesión más simple y llevadero. (Aún no es el momento de usar como argumento lo lucrativo que significa considerarla enfermedad. Dejemos eso para más adelante.)

El día en que todos los médicos convengamos que la gordura no es una enfermedad, sino, tan solo, uno más de los conflictos humanos, recién entonces comenzaremos a transitar con esperanzas el correcto camino de su solución.

El encarar el modo de resolver lo que para sus portadores no es más que un conflicto (muchas veces un formidable conflicto), requiere de elucubraciones más filosóficas que anatomopatológicas y terapéuticas. He aquí la causa de nuestras divergencias, de nuestras, casi siempre, antipódicas posturas con respecto a qué hacer ante la consulta de un paciente gordo, de alguien que quiere despojarse del “motivo de sus desdichas”. Que quiere, a cualquier precio, eliminar “la causa de sus tormentos”. (Pido perdón por el uso aparentemente abusivo de los encomillados, pero ya se verá que tienen su explicación.)

Habrá notado el lector que algunos renglones más arriba hablo de “pacientes gordos”.
Esa expresión parece un contrasentido: por un lado sostengo que la gordura no es una enfermedad, y por el otro a sus portadores los llamo “pacientes”. Es cierto, pero es a causa de los extraños vericuetos de la gramática. A quienes me consultan los llamo pacientes, pero no porque padezcan nada, sino por la paciencia que han de tener para llegar a lo que anhelan –o para que pueda convencerlos de que lo que anhelan muchas veces no es lo que a sus espíritus les conviene si no consiguen, primero, calmar las pasiones de sus almas–. Para que consigan irse a vivir al país de los delgados, no como siempre han hecho: ir a dar un paseo a ese país, sabiendo al comenzar el viaje que ya tienen el boleto de regreso asegurado.

Como consecuencia de todo lo anterior, el adelgazamiento también ha de ser el resultado de un proceso fisiológico (que más adelante explicaré en detalle), jamás el producto de un razonamiento terapéutico.
Ayudar a un gordo a transformarse en delgado no es curarlo de nada, sino tan solo convencerlo de que un cambio en su estado –aunque más no sea un pequeño cambio– no ha de traerle más que un gran número de enormes beneficios, aunque a su inconsciente le cueste creerlo y se resista desesperadamente al cambio.

Los médicos no debemos enfrentarnos a ellos con la premisa que tenemos incorporada en nuestra estructura mental: curarlos. Porque es una verdad absoluta el hecho que para curarse lo primero es estar enfermo, y espero haberlo convencido de que la gordura no es una enfermedad (la machacosa reiteración de esta sentencia es adrede). Si aún no lo he logrado, le ruego lea este capítulo varias veces más. Estoy seguro de que habrá de convencerse.


Tal como en los embarazos, o en el crecimiento de los niños, motivos por los que ha pesar de no ser enfermedades lo mismo nos consultan, nuestra misión ha de ser, simplemente:

* Aconsejar sanos hábitos.
* Controlar sus progresos.
* Contener sus impaciencias.
* Disipar sus dudas.
* Interpretar sus miedos.
* Entender sus conflictos.
* Disculpar sus transgresiones.
* Consolar sus sentimientos de culpa.



Es obvio que para todo esto no debe ser utilizado ningún tipo de medicamento. Este concepto es realmente muy importante y debe ser escrito en forma destacada.

JAMAS DEBE SER UTILIZADO NINGÚN MEDICAMENTO, NI NADA QUE SE LE PAREZCA, PARA TRATAR LA GORDURA.
Y cuando digo “medicamento” no solo me refiero a los fármacos y pócimas que muchos de los “ especialistas en el tema” prescriben a diestra y siniestra, con la conciencia limpia por pensar que están actuando como la ciencia acostumbra, sino también a la manía que tienen muchos de nuestros colegas de utilizar los alimentos como si fuesen remedios. El remanido consejo –consuma tantos gramos de esto o aquello, en tal o cual momento, o cada tantas horas– no es más que la paráfrasis de la cotidiana prescripción farmacológica:
–para esta enfermedad estos remedios, en estas dosis y con estas frecuencias–.

Si está usted gordo, no importa cuánto, no está enfermo de nada. Tenga valor y huya despavorido de quien quiera convencerlo de eso. Es más cómodo y tentador, lo reconozco, el dejarse someter a los efectos de alguna “maravillosa receta sanadora” que realizar un casi siempre formidable esfuerzo personal. Y cuando me refiero a esfuerzo, no hablo solo del que deberá realizar cada vez que alguien lo “obligue” a someterse a un régimen alimentario estrictísimo mientras sigue rodeado de gente que no está a dieta, de personas que comen libremente delante de sus narices; o al de soportar, estoicamente, los terribles efectos secundarios de los medicamentos que pudiesen administrarle “para ayudarlo” en la empresa; o al sufrimiento que han de producirle las furibundas depresiones que lo asaltarán cada vez que abandone un intento y retroceda al punto de partida (o, peor, mucho más allá de él), sino al más farragoso: al de tratar de bucear en su interior para intentar encontrar las causas ocultas que, inconscientemente, lo han llevado al estado por el que cree necesario pedir ayuda a algún profesional, y de lo que ya hablaremos con más precisiones a su tiempo.

Es seguro que ya ha tenido varias experiencias que no han hecho más que frustrarlo.
¿Qué espera para decidir que la última experiencia frustrante fue, realmente, la última?

Comments:
Querido Doctor Cesáreo,

acabo de leer su tercera entrega. Dos cosas a comentar:

Cuando afirma que “SI LA GORDURA NO PRODUJERA ESTOS PADECERES, ES MUY SEGURO QUE NO HABRIA TANTOS GORDOS” entiendo que se refiere a aquella gordura como un mecanismo de defensa que tiene el objetivo de minimizar alguna angustia primaria o secundaria. ¿Es así?. No hace falta que lo desarrolle mucho, entiendo que querrá esperar a las siguientes entregas para contestar a mi pregunta y eso sería anticiparse.

Cuando habla sobre el punto 2, “La gordura produce sufrimientos”, los ejemplos de sufrimiento que muestra parecen ser del tipo psicológico pero la mayoría de enfermedades pueden acarrear un sufrimiento físico. Puedo entender que en si misma la obesidad no es una enfermedad y que tener intención de salir de ella puede deberse en parte a motivos culturales, sociales, etc. ¿Pero está usted convencido que una obesidad mórbida no puede comprender consecuencias nefastas para la salud con la posibilidad de sufrimiento físico ?. Tenemos las causas, tenemos las consecuencias, si yo me corto las venas moriré desangrado, morir desangrado es la consecuencia en este caso de una causa concreta: cortarse las venas. Cortarse las venas no es una enfermedad pero trae consecuencias nefastas para la salud. ¿La hipertensión arterial, enfermedades cardíacas, diabetes de tipo2, osteoartritis, apnea obstructiva del sueño, dislipidemias, reflujo gastroesofágico y acidez estomacal, las enfermedades de la vesícula biliar, síndrome de ovarios poliquísticos y trastornos del ciclo menstrual, estrías, inflamación de las piernas y úlceras en la piel, incontinencia urinaria de esfuerzo, embolia pulmonar, por no citar otros desagradables “inconvenientes”, no son una posible consecuencia de la obesidad?.

Un abrazo,
David
 
Respondiendo a David:
Con respecto al primer comentario lo contestaré abundantemente algunos capítulos más adelante.
En cuanto a lo segundo no tengo problemas en anticiparle algo.
Primero: ¿Qué significa obesidad mórbida? Esa expresión es un auténtico disparate semántico y, a pesar de eso, una paradoja. Para los que consideran a la obesidad una enfermedad, como morbo significa enfermedad, ES UNA ENFERMEDAD ENFERMA; para los que no la consideramos de esa manera, sería algo así como que es UN CONFLICTO -NO ENFERMEDAD- PERO ENFERMO. ¿Se entiende?
Segundo: la gordura tan solo ocasiona trastornos de origen mecánico, como artrosis, várices y hemorroides, apnea de sueño, sindrome de Pickwick... por nombrar los más frecuentes.
Tercero: todo lo demás que usted enumera (lista que si hubiese tenido más tiempo sería mucho más larga, de eso estoy absolutamente seguro) NO SON DESENCADENADOS POR LA GORDURA, sino POR LOS ALIMENTOS QUE LOS GORDOS COMEN PARA CONSEGUIRLA. Más adelante lo hallará más explicitado.
Un breve comentario a eso del "reflujo gastroesofágico": si hay una buena porción de esófago intraabdominal (como la anatomía manda -esto último es una broma-) jamás habrá reflujo; es más, en esos casos hasta el vomitar se les hace imposible debido al aplastamiento de las paredes del esófago intraabdominal a causa de la gran presión abdominal producida por la enorme cantidad de grasa esplácnica. El reflujo es por portar una hernia hiatal o carecer de ese trocito de esófago intra... (cosa que nos ocurre a seis o siete de cada diez -obviamente me incluyo- aunque seamos delgados -o flacos-).
Es usted colega ¿No?
 
Doctor Cesáreo,

no soy médico aunque no me importaría ser su colega utilizando otra acepción de la palabra. Las palabras son propias de la realidad convencional. En la realidad convencional, hecha por y para los humanos, podemos encontrarnos con multitud de paradojas y juegos de palabras que demuestran lo lejos que estamos de la realidad si simplemente utilizamos el lenguaje, pero los efectos de un peso de 186 kp para una persona de 1,65 metros de estatura son más reales que las paradojas, independientemente de la categoría con nombre paradójico de su peso, espero que la cosa no se quede en un malabarismo del lenguaje.

Todo es una red de causas y efectos, la ingesta de alimentos sin conciencia ayuda a la aparición de ciertas enfermedades y a la obesidad, y la obesidad es la causa de otro tipo de enfermedades, y esas enfermedades a su vez, sean provocadas directamente por la alimentación o por la obesidad, serán la causa de otras enfermedades... no hay una realidad independiente, sólo en la mente de los humanos con su realidad convencional de los conceptos y los símbolos.

Un abrazo,
David
 
Ya llevo una semana con su plan y me ha ido bàrbaro!!! primera vez que como queso sin culpas, y me encanta!! Por favor explique que tipo de ejercicios debo hacer, me encanta ir al gimnasio, tengo 42 años y 6 kilos de mas, lo que sì estoy algo "suelta" producto de años de no hacer ejercicio y un embarazo. Hago musculaciòn, aeròbico, etc?? aparte he leìdo que con los años perdemos masa muscular y eso se nota!! aconsejeme, gracias.
 
Segunda contestación a David:
Primera cosa: no sé cuál es la segunda acepción de la palabra "colega"
"Las palabras son propias de la realidad convencional", dice usted.
Y es rigurosamente cierto: SI NO CONVINIÉRAMOS EN LA ETIMOLOGÍA DE CADA PALABRA QUE PRONUNCIAMOS, LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL SERÍA IMPOSIBLE (La Torre de Babel es un excelente ejemplo).
"En la realidad convencional, hecha por y para los humanos, podemos encontrarnos con multitud de paradojas y juegos de palabras que demuestran lo lejos que estamos de la realidad si simplemente utilizamos el lenguaje"
Mi estimado David: si no existiese el lenguaje, ¿cómo podríamos expresar la realidad?
" pero los efectos de un peso de 186 kg para una persona de 1,65 metros de estatura son más reales que las paradojas, independientemente de la categoría con nombre paradójico de su peso, espero que la cosa no se quede en un malabarismo del lenguaje"
La cosa NO DEBE QUEDAR EN EL MALABARISMO DEL LENGUAJE, sino en la aceptación de lo que le está ocurriendo. Está usted metido en un formidable conflicto, del que, seguramente cree que debe salir.
Pues yo no estoy tan seguro de que eso sea cierto. Quiero decir que no estoy seguro que el "otro yo de David" permita que David se quite todo eso. Mi prédica, desde hace veintiocho años, remonta a esa cuestión. Pero no desespere, aún puede haber una solución.

"Todo es una red de causas y efectos, la ingesta de alimentos sin conciencia..."
Es cierto, usted ingiere alimentos " sin conciencia", ya que quien se los hace ingerir es su inconsciente (contra él es contra quien deberemos luchar).
"...no hay una realidad independiente, sólo en la mente de los humanos con su realidad convencional de los conceptos y los símbolos."
Eso sería hermoso -si fuese cierto-
pero le juro que sí hay "realidades independientes". La "realidad convencional de los conceptos y los símbolos", ya la hemos inventado..., y hasta le hemos puesto nombre: la llamamos FANTASÍA, y a su expresión tangible le llamamos "literatura".
Un abrazo, y no deje morir a sus esperanzas. Habemos gente que estamos dispuestos a ayudarlo. (Si quiere una comunicación más personal comuníquese conmigo a
cesareo_rodriguez@hotmail.com)
 
Estimado Doctor,

ha conjeturado demasiadas cosas, he tenido la tentación de corregirle detalladamente pero no lo haré, creo que no merece la pena, no quiero hacerle perder más el tiempo por ahora. Sólo le pido una cosa, busque en http://buscon.rae.es/diccionario/drae.htm esa segunda acepción y quedese con la primera palabra antes de la coma.

Seguiré con mucho entusiasmo sus próximas entregas.

Un abrazo,
David
 
todavia espero su respuesta a lo del ejercicio, no se olvide de mi, le escribí , pero entiendo que esté ocupado, porfavor si tiene un ratito contesteme
 
He empezado a leer su blog y en los comentarios me encuentro con personas que dicen que ya siguen su plan, ¿Es porque tienen alguno d
e los libros que Vd. ha publicado?
De momento encuentro interesante todo lo que explica y pienso seguir leyendo. En estos momentos estoy leyendo el libro "El método de la no dieta" del Prof. Ben Fletcher quete anima a cambiar tu enfoque del conflicto tal como Vd. lo llama, sin embargo y aunque lo sigo no he logrado bajar ni un gramo, por eso es que no estoy muy esperanzada. Tengo 54 años y el único régimen que me dio resultado fue el de suprimir los carbohidratos, ahora he puesto algunos kilitos, pero me da un poco de miedo volver a él, por lo desprestigiado que esta.espero ansiosa su nueva entrega.
 
Contestándole a David:
"Estimado Doctor,
ha conjeturado demasiadas cosas..."

Si es cierto, pero desde hace casi veitinueve años mi trabajo ha sido conjeturar y conjeturar, quizá sea por eso que jamás me parece demasiado. Al fin y al cabo son las tantas conjeturas las que me han llevado a, para mi gusto, muy interesantes reflexiones.

OK, AMIGO.

Un abrazo
 
Contestando al usuario anónimo
"todavia espero su respuesta a lo del ejercicio..."

Por favor, no dejen de poner algún nombre, aunque sea ficticio. Me displace conversar con alguien NN.
Con respecto a lo del ejercicio, le he dedicado un capítulo a él, ya llegará el momento de ponerlo en este blog, pero le anticipo que 20 minutos de caminata diaria son más que suficientes. Más adelante trataré de convencerla.
 
Contestando a otro usuario anónimo:
"He empezado a leer su blog y en los comentarios me encuentro con personas que dicen que ya siguen su plan, ¿Es porque tienen alguno d
e los libros que Vd. ha publicado?"

Sí, seguramente(o alguna fotocopia, hay miles dando vueltas por allí, y El Secreto... es el quinto libro-y juro que el último-)
 
Me he puesto en contacto con Editorial Galerna, contacto@galerna.net, para preguntar si su último libro con ISBN 950-556-408-2 está descatalogado y me han dicho que no, que si quieren me lo envían contrareembolso. ¿Que clase de juego se traen?. Usted dice que le han censurado, saboteado, sus libros y ellos me lo ofrecen contrareembolso. No es suficiente con decir que hay “alguna fotocopia” por ahí para salir del paso, sus libros se están vendiendo y no sólo en la editorial!!! ¿No cree que eso genera desconfianza? ¿Es usted quien dice ser o alguien que se hace pasar por el autor del libro?.
 
Contestando a Marta:
"Me he puesto en contacto con Editorial Galerna, contacto@galerna.net, para preguntar si su último libro con ISBN 950-556-408-2 está descatalogado y me han dicho que no,..."
Lo que usted me cuenta me asombra:
hace más o menos medio año, el Sr. Levín (Dueño y director de Galerna)
me llama diciéndome que ya no editaban más mis libros y que me mandaría 100 de cada uno de los tres que imprimieron (del primero, Basta de Dietas ya iban por la cuarta edición). Así lo hizo y junto con ellos la recisión de los contratos de edición y la devolución del copyright.
Aunque no soy tan desconfiado como usted, pensé que algunos le habían quedado y que los vendería a los bolseros, como es la costumbre, jamás se me ocurrió que se guardaría algunos para algún "contrarreembolso", cosa que de todas maneras no es ningún delito. Si se quedó con algunos no me interesa, yo ya me siento pagado con los trecientos que me envió. Como sigo confiando ciegamente en todo lo que sostengo, cuando salió la oportunidad de publicarlo gratuitamente en este blog, la idea me pareció genial, al fin lo único que yo pretendo es demistificar tantísimas cosas que a ustedes les hacen muy mal. ¿De qué manera se le ocurre que pudiera yo sacar rédito de esto?
Si le genera desconfianza que mis libros se estén vendiendo y yo lo niegue, lo lamento, no puedo , ni tengo ganas de convencerla. Otra vez: ¿qué beneficios me traería esa actitud?. Con respecto a las fotocopias, también es rigurosamente cierto, me consta que hay miles dando vueltas por allí, yo mismo he visto varias que me han mostrado nuevos pacientes. Y ¿sabe lo qué me da más bronca de esas fotocopias?, pues que jamás vi ninguna que vaya antes o después de la "etapas" que están bien establecidas en los primerosa cuatro libros, con lo que quiero decir es que todos tomaron lo que he tratado de difundir desde 1981 como una simple DIETA (otra más). Y no sé por qué, Dios quiera me equivoque, usted también.
¡Cuántas cosas habrá tenido que soportar para que se transforme en una persona tan desconfiada! Pues, casualmente, yo no quiero que tenga que "soportar" nada más. Esa es mi utopía. Con respecto a si soy o no el verdadero autor de los libros, le juro que sí. Pero para que se saque las dudas llameme al
0341-4389900 cualquier tarde (de lunes a viernes) entre las 16 y las 20:30, y, conversando, se dará cuenta de que yo soy yo.
PD: amo a los escépticos, y usted lo es.
 
Ampliando un tanto a la contestación a Marta:
PD2: querida Marta, aunque le cueste dificil creerlo, en este bendito mundo todavía habemos médicos que amamos más a nuestros pacientes que a la misma medicina. No sé si somos muchos o pocos, pero yo siempre me he sentido parte de ese grupo.
 
Querido doctor, yo hablé con ud. el otro día por teléfono, mi nombre es Gloria, la verdad sentí una gran alegría, no era Dios!!!
Bueno yo tengo el libro "adelgace para siempre", llevo una semana sigiendo su plan, aunque ud. dice que no nos pesemos, declaro que sí lo he hecho, bueno he bajado 3 kilos, no sé si de agua o qué, pero me siento mejor, igual solo tengo unos 6 kilos de mas. He leído las cosas que le escriben, y hay un comentario que tambien me interesa, el tema de la masa muscular, con los años se pierde y no creo que con caminar un poco por día se logre recuperar o mantener, tengo 41 años, y como el usuario "anónimo" que le escribió, voy al gimnasio, y no sé hasta donde realizar ejercicios de musculación. Ya sé que ud. dice que mas adelante habrá un capítulo de esto, pero podría adelantar algo? Otra pregunta, tengo que hacer 2 ó tres semanas de la primera etapa? Si no tiene inconvenientes mas adelante si tengo alguna duda lo llamaré nuevamente, pero no quise molestarlo, por eso lo hago desde este espacio.
He bajado todo lo escrito hasta ahora de su libro, espero ansiosa el resto, gracias por ayudarnos a ver la realidad, un gran abrazo, GLORIA
 
cONTESTANDO A GLORIA:
Estimada chilenita, Gloria, gracias por comunicarse.
Cometí un grave error en no anotar "mi lema" en grandes caracteres (ya hemos de subsanarlo).
Pero se lo cuento: él fué expresado por H. Poincaré, y dice textualmente
"TAMBIEN SABEMOS QUE CRUEL ES A MENUDO LA VERDAD, Y NOS PREGUNTAMOS SI EL ENGAÑO NO ES MÁS CONSOLADOR".
Siempre digo que los niños sufren un problema: creen que la niñez dura para siempre.
Que los adolescentes sufre, también, un problema: creen que la adolescencia dura para siempre.
Pero que el problema que sufrimos los adultos es gravísimo: creemos que siempre fuimos adultos. Esto se complica más en los adultos jóvenes: se niegan tenazmente a dejar de serlo.
Es imposible, Gloria, que a los 41 años mantenga la lozanía de los 31, por decir. Podrá mantener, gracias a feroces ejercicios, la turgencia de sus nalgas, o de sus muslos, o de sus brazos; pero siempre habrá algo en usted que ha de delatar que ya no tiene treinta y uno. Su manera de pensar, por ejemplo (¿Nunca se le ocurrió?), ahora está más adulta en sus convicciones que hace diez años; sus reflexiones atrapan más a sus interlocutores que hace una década. Se siente más segura de lo que afirme; siente que sus opiniones tienen más peso que las de mucho antes. Está de acuerdo con todo ¿No?. Pero , ya sé, todo eso es secundario, "lo importante es su imagen". Tenga un poco de paciencia. Haga musculación, si le place, mientras tanto (mal no le ha de hacer), pero piense en la ocasión de un replanteo a partir de estos días...
¡Por favor!
 
Y no puede ser que los delgados sean consecuencia evolutiva de la no necesidad actual de almacenaje de energía en forma de grasa?
 
Para un cambio evolutivo se necesitan miles de años.
Hasta no hace más de setenta las mujeres delgadas eran minusvaloradas, y las uniones se hacían, preferentemente, entre hombres gruesos y mujeres también gruesas.
La "no necesidad actual de almacenaje de energía en forma de grasa" se da en un minoritario porcentaje de la población mundial (y esa "no necesidad" siempre es incierta).
 
Me adhiero al comentario de GLoria...
Doctor, quizas la evolución ya la hemos hecho mucho antes y quedó dormida en nuestros genes.
Pero por otro lado, si se pueden dar saltos evolutivos en cuestión de muy poco tiempo. Es nada mas notar como los niños abren los ojos mas rapido, asi como aprenden a caminar y hablar mas tempranamente.
Yo sigo en mi línea de pensamiento que la cosa viene por ahí... por naturaleza somos gordos que el ambito nos ha llevado a adelgazar.

Por cierto!
Sigo leyendo articulos que suman a la "loca teoria de la obesidad" que le envie hace un tiempo.
¿notó que los bebes nacen cada vez mas grandes?
http://pequelia.es/70344/los-bebes-actuales-nacen-mas-grandes-que-antes/

Saludos coordiales como siempre :)
 
Contestando a Unknown:
Según lo poco que sé sobre evolución, es imposible que "quede dormida en nuestros genes" (¿Para qué serviría evolucionar si no se ponen de manifiesto las diferencias con las generaciones pasadas?).
No sé de dónde ha salido eso de que los niños hablan y caminan mucho antes que hace quinientos años. El que aprendan a razonar más rápido es debido al torrente de información que reciben.
No es disparatado sostener que lo natural es estar gordo, y, simplemente, el hombre ha decidido que estar delgado es mejor. No todos pueden obtener la delgadez que desean, porque genéticamente su estructura corporal es diferente, PERO ESO NADIE LO ACEPTA.
Vi el video sobre "la loca teoría de la obesidad", y sí, me parece eso: una loca teoría... Que a muchos les ha de resultar reconfortante.
 
Dr. Rodriguez, en mi primer comentario (lo hice al pie de la primera entrega), le comentaba que en mis años juveniles mi papa me habia regalado "Basta de dietas", le comentaba que como no se donde esta -asumo que quedo en casa de mi madre, de cuando era soltera-, lo googlee y encontre este blog. Le preguntaba si era ud el mismo Cerareo R. .. en esta entrega veo que si. Ud habla de de la efitorial tal y menciona a "mi viejo libro"! Estoy feliz! Lo encontre! (A ud y a mi libro ;)
 
Elizabeth, ya le contesté en la primera entrega, pero le insisto, este blog es, digamos, el "Basta de dietas" del siglo XXI.
 
Hola! Yo más que escéptica soy cholula ja ! Podré llamarlo solo para saludarlo? Me encanta leerlo!! Un abrazo
 
Hola, Nancy.
Claro que puede hablarme, pero hay un problema, tendrá que ser desde el 13 de febrero en adelante. Es que estoy de vacaciones, y el consultorio está cerrado.
No sé desde donde me escribe, pero si es desde Argentina marque 0341-4389900 cualquier tarde (menos los miércoles) de 14:00 en adelante. Y tenga paciencia, luego de 43 días de ausencia el teléfono va a estar al rojo.
 
Perdón, Nancy, me equivoqué, es desde las 16:00 horas.
 
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