18 octubre, 2006
Entrega siete
(Todos los humanos tenemos características comunes: somos bípedos, por ejemplo, herbívoros no estrictos, gregarios, necesitamos aproximadamente ocho horas de sueño por día, poseemos la capacidad de pensamiento abstracto... Padecemos conflictos).
Sexta Hipótesis
EL CONFLICTO ECLIPSANTE
Desde hace muchos años vengo sosteniendo que la obesidad no es más que la utilización de la gordura como mecanismo de defensa psicológico.
Me he opuesto siempre a la opinión oficial que sostiene todo lo contrario: la Medicina cree que el problema psicológico del gordo comienza a partir de haber adquirido su gordura.
Llegamos a aquella conclusión a principios de la década del ochenta. Por entonces habíamos formado un equipo que aparte de nosotros, dos médicos clínicos y una ginecóloga, incluía a un psiquiatra y dos psicólogas.
Convencidos totalmente, comenzamos a derivar a los gordos, que a nuestro parecer se mostraban como obesos, a los tres que estaban entrenados para tratar problemas psicológicos.
El entusiasmo del principio era muy grande (téngase en cuenta, para nuestra disculpa, que todos teníamos por esas épocas alrededor de treinta años menos que ahora).
Después de la absoluta confirmación de que no son las calorías sino los hidratos de carbono los que producen la gordura, el “descubrimiento” más importante, la idea más progresista, era la redefinición de la palabra obesidad.
Todos nos sentíamos exultantes: “habíamos comenzado a transitar el camino de la resolución definitiva de tan complejo problema” “¡Estábamos seguros!”. Teníamos un arma poderosa para derrotarlo: aparte de reeducación alimentaria, psicoterapia paralela, y sanseacabó.
Obviamente presuponíamos que la combinación de terapias no habría de resultar en todos (así funciona la medicina), pero soñábamos conque en un gran porcentaje de ellos el éxito coronaría nuestros esfuerzos. En nuestra opinión más pesimista decíamos: “es mil veces mejor un pequeño número de recuperados que a nadie”. “Nadie” es todo lo que conseguían los tratamientos ortodoxos o heterodoxos de la obesidad por esas épocas ( y, digámoslo de una vez, …por estas épocas también).
En una lista muy ordenada comencé a anotar los datos de cada uno de los pacientes que derivábamos a cualquiera de los tres psicoterapeutas.
Los principios fueron decepcionantes.
Luego de algunos años y de cientos de pacientes derivados ninguno había resuelto su problema. Estábamos abrumados por el rotundo fracaso.
“–Hay que cambiar de corriente terapéutica–“ fue la orden de emergencia que nos impusimos los médicos del grupo, por lo que comenzamos a derivarlos a otros psicólogos, a otros psiquiatras, de otras escuelas, esperando el éxito tan soñado al principio.
Pero el éxito jamás llegó. Ninguna corriente del pensamiento psicoterapéutico nos dio frutos.
Cuando a principios de los noventa anoté en mi cuidada lista al paciente seiscientos treinta y siete, decidimos ya no derivar más a ninguno.
Tendríamos que arreglarnos solos.
En enero de 1999 concurrió a mi consulta una joven de veinte años, extremadamente gorda, y con una pre–obesidad muy manifiesta, que se había sometido ya a todos los tratamientos imaginables sin “ningún resultado”.
En su primera consulta se la veía muy entusiasmada (en realidad todos se ven muy entusiasmados en la primera consulta) pero mi experiencia de tantos años me decía que no conseguiría mucho con ella. Quiero decir que no podía imaginarla alguna vez delgada y esbelta, y eso, como siempre, me puso muy mal.
No hace falta que lo aclare, pero ya, a esas alturas, sabía internamente que reeducando su alimentación y ayudándola con alguna terapia de apoyo, por mas fervor que pusiese en la empresa, no podríamos conseguir más que un decepcionante fracaso (desengordaría mucho o poco, pero luego volvería más o menos al principio, como ocurre en la inmensa mayoría de los obesos y en muchos de los pre–obesos)
Tengo por costumbre pedirle a mis pacientes que traigan con ellos unas gotas de la primera orina de la mañana cada vez que vengan a control, para con un simple pero muy efectivo análisis medir el grado de cetonuria de cada uno. CETONURIA es la presencia de cetonas en orina. Su presencia la detectábamos al poner la orina en contacto con un reactivo denominado "de Rothera" y algunas gotas de amoníaco; eso hacía que el color ámbar de la orina virara al violeta, en intensidades variables. A cada intensidad se la califica con cruces (+), si es un violeta apenas perceptible le otorgábamos solo una, si era perceptible pero muy suave, dos cruces; si era notoriamente violeta, pero transparente, tres, si era tan intensamente coloreado como para impedir ver al otro lado cinco cruces; y entre tres y cinco: cuatro. En todo proceso de adelgazamiento las grasas de reserva pasan al hígado y éste las transforma en glucosa que, como recordará, es nuestro combustible. En esa transformación de lípidos a hidratos de carbono quedan restos químicos que se denominan “cuerpos cetónicos”, que como casi todos los restos químicos de nuestro metabolismos son eliminados por la orina. Estos cuerpos cetónicos o cetonas son muy importantes, ya que si en la orina de una persona que está bajo tratamiento dietético y está perdiendo medidas y peso no se encuentran es que no está adelgazando, está enflaqueciendo, como le explicaba en la quinta Hipótesis.
Mi hábito, le contaba, es cuantificar la cantidad de cetonas en la orina con cruces (de cero a cinco). Si la cetonuria es negativa, es que el paciente ha cometido muchas transgresiones o errores. Si el resultado es de una o dos cruces, la semana ha sido relativamente buena; si es de tres o cuatro, muy buena. Si tiene cinco cruces: excelente.
Pero a mi muchacha las cosas no le iban muy bien. Su cetonuria era, semana a semana, negativa o tenía cuanto más una o dos cruces.
En la quinta visita vino acompañada por su madre. Ella quería disculpar a su hija diciendo que “no se enganchaba” en la propuesta, que “siempre comía alguna cosita” fuera de lo aconsejado, y que la causa era su gran preocupación por el mal estado de salud de ella, su mamá.
Mamá tenía un importante problema gástrico que los especialistas no atinaban a resolver, y mi paciente, muy preocupada por ese motivo, comía con alguna frecuencia cosas “prohibidas” a causa de la angustia que le provocaba tal situación.
Era la última persona que atendía esa noche, por lo que teníamos todo el tiempo por delante para discutir el tema.
Recuerdo haber comenzado la charla a partir de un cuento de mi infancia. El de aquel señor que en una noche de sábado caminaba por la calle atormentado por un horrible dolor de muelas, y se encuentra con un amigo que le pregunta el por qué de su padecimiento.
Cuando el personaje le explica su tormento, el amigo le aconseja consultar inmediatamente a un odontólogo. El pobre, a duras penas, consigue contarle que ya ha ido a la consulta de los tres que hay en el barrio pero que, por diferentes motivos, ninguno se encontraba en casa. Entonces su compasivo interlocutor le promete que él, instantáneamente, le hará olvidar el tan terrible malestar, por lo que le pide que ponga una mano en la pared, luego de lo cual le zampa un terrible martillazo en los dedos. El dolor de los dedos aplastados por tan feroz golpiza es tan terebrante que hace que el de muelas se olvide, tal como había asegurado el ocasional sanador.
Un dolor mayor hace desaparecer a otro menor.
Igual que una alegría menor es opacada por una mucho mayor. O una pena por otra más intensa.
Desde que tenemos uso de razón hemos aprendido que así funcionan nuestros sentimientos: una pasión muy grande eclipsa a una más pequeña.
Y eso pasa con los conflictos. Un gran conflicto empalidece a uno de poca monta, pero si es muy importante hasta puede diluir a la suma de varios más pequeños.
Se aclararía mejor lo que quiero decirle si calificamos a todos los conflictos con puntajes del uno al diez.
Digamos que un conflicto de nivel tres “desaparece” si al tiempo de transcurrir nos vemos envueltos en otro de calificación cinco. Le daríamos tanta importancia al segundo que el primero quedaría, literalmente, borrado de nuestra conciencia (por lo menos durante el tiempo en que estemos pensando en el conflicto mayor, por lo que cuanto más tiempo nos insuma, el menor perderá cada vez más relevancia). (Los humanos estamos dotados con el maravilloso don del pensamiento, pero se nos hace imposible pensar en dos cosas al mismo tiempo. Ése es el “secreto del éxito” del conflicto eclipsante: nos impide pensar en otra cosa mientras él esté ocupando nuestra mente).
Todos estamos rodeados de muchísimos conflictos diferentes, y la solución de la inmensa mayoría de ellos no están en nuestras manos. Y no lo están porque no sabemos, no queremos, no podemos o ni siquiera nos animamos a intentar solucionarlos.
Y semejante cantidad de conflictos insolubles nos abruma.
Mas no nos abruman tanto los conflictos en sí, sino la incertidumbre que nos produce su permanencia en nuestras vidas (son las incertidumbres las responsables del famoso stress).
El no saber si alguna vez serán resueltas puede llegar a enajenarnos.
Y como no podemos vivir con tanta incertidumbre, hacemos, inconscientemente, lo que la vida nos ha enseñado: nos “metemos” en un conflicto que eclipse a todos los demás.
Digamos, volviendo a las matemáticas, que si todos juntos suman siete, nos involucramos en uno (volvámoslo a decir: inconscientemente) de grado ocho, por lo que todos los otros dejan de tener valor. Por lo menos el valor de hacernos sufrir por ellos.
Y uno engorda, por ejemplo, y como la gordura es tan minusvalidante en estos tiempos, adquiere tal dimensión que opaca a cualquier otra pena (inclusive a la suma de muchas otras penas).
La gordura, que es el conflicto que nuestro inconsciente ha elegido, tiene una condición muy importante: puede uno salir de ella “ni bien se lo proponga”, creen erróneamente todos (–Cuando yo lo decida, adelgazo–).
La charla no surtió efecto en mi joven paciente, pero la idea quedó definitivamente afincada en mi conciencia, en la parte de mi cerebro que se dedica a la comprensión de tan intrincado asunto.
Como era de esperar, desde el día siguiente comencé a comentarlo con mis otros pacientes que sufrían problemas semejantes. Gracias a Dios muchísimos de ellos son extremadamente inteligentes, por lo que poco a poco nos fuimos adentrando en lo más profundo del tema.
“EL CONFLICTO ECLIPSANTE”, ésa era la cuestión.
El panorama se abrió como un abanico.
Allí está el secreto de todo, y durante más de veinte años no nos habíamos dado cuenta.
A partir de ese momento comencé a entender muchas otras cosas: ¡En cuántos conflictos nos “metemos” los humanos, pensando que de ellos podremos salir cuando nuestra voluntad lo disponga, para así opacar los sufrimientos que nos producen aquellos por los que no podemos hacer nada para resolver!..
Una paciente, también de apenas veinte años, me dijo hace unos días y con total seguridad, después de hablar de todo esto –No ha de haber en el mundo alguien que no tenga algún conflicto eclipsante– ¿Se da usted cuenta que tengo razón cuando digo que muchos de mis pacientes son muy inteligentes?.
Muchos de los gordos que me consultan (la inmensa mayoría) se “meten” en la gordura, sin quererlo por supuesto, con el objeto subterráneo de buscar un conflicto para, inconscientemente, disolver, enmascarar, diluir, minimizar, a todos los demás.
A partir de transformarse en gordos discriminados, rechazados, minusvalorados (autominusvalorados), las demás penas del alma pasan a un segundo, a un tercer, plano –El problema es que “soy” gordo– piensan todos ellos.
Pero ¿qué pasa si el nivel de la suma de todos los otros conflictos aumenta?. Todos lo saben; los gordos lo saben. Cada vez que algo, repentinamente, deja de funcionar o comienza a funcionar mal, sienten una irresistible compulsión por comer.
“Angustia oral”, se le llama. (O se le llamaba. En realidad hace mucho tiempo que no escucho esa tonta expresión.)
–Cuando me siento angustiado, contrariado, desasosegado, enojado, con nuevas incertidumbres... Me da hambre.
–¿De comer carne asada?– les pregunto malintencionadamente.
–No, eso no.
–¿Quizá un trozo de queso y fiambres?
–¡No, no!– me responden siempre.
–¿Qué, entonces?
–...No sé... Pan, facturas, chocolate, helados...
–Cosas que engordan, ¿no?
–...Y... Sí...
–Entonces ¿Qué le da... Ganas de comer o necesidad de engordar un poco más?– les pregunto en un tono efectista.
–.....................................................................
Eso les da en realidad: ”necesidad de engordar”. Necesitan elevar el nivel de conflicto eclipsante.
Si la suma de todos los anteriores era siete, y con el ocho de su gordura lo camuflaban, ahora que esta nueva contradicción los subió, digamos a ocho punto treinta, necesitan elevar el eclipse a más de ocho con cincuenta para que todo, otra vez, vuelva a ser anulado por el conflicto que, ahora alimentado por la culpa de haber ingerido cosas que lo agravan, llegue a esa calificación.
Todos los conflictos pueden ser resueltos en mayor o menor medida.
A todos ellos los podríamos dividir en dos grupos. Se me ha ocurrido que para que la idea que pretendo transmitirle sea más inteligible (y para que podamos, yo mismo, mis pacientes y lectores, asimilarla mejor), denominarlos así:
* Conflictos del primer tipo, y
* Conflictos del segundo tipo.
Los del primer tipo son aquellos cuya causa desencadenante puede ser eliminada. Y si eliminamos la causa que produce un conflicto, este queda automáticamente resuelto. (“Muerto el perro se acabó la rabia”, decían nuestros abuelos, y vale como un simple y rápido ejemplo.)
Los del segundo tipo son los que la causa que los ha producido no puede ser eliminada –cualquiera sea el motivo de esa imposibilidad– (Un duelo podría ser uno de ellos. La aparición de una enfermedad crónica como la diabetes, podría ser otro; quizá un divorcio...).
Todos sabemos que hay solo dos maneras de resolver un conflicto*.
*N del A: El lector advertirá una desagradable redundancia en el uso de la palabra conflicto. Podría haber usado algún sinónimo para hacer menos fatigosa la lectura: dificultad, apuro, apremio, contrariedad, enojo, tropiezo, problema, complejidad, peligro, aprieto, trance, ahogo, brete, embrollo...y hay más, pero he decidido usar tan solo “conflicto”. La reiteración del término es poco elegante, pero totalmente intencional.
1.– Eliminar la causa que lo produce.
Es la manera ideal, la más deseable. Si uno elimina la causa que lo produce, el conflicto desaparece. (Esto, obviamente, solo puede conseguirse con los del primer tipo.) Mas si la causa que lo desencadenó no puede ser erradicada, hay otro camino:
2.– Adaptarse a vivir con el conflicto.
Si uno se adapta a vivir con un conflicto cuya causa original no puede ser eliminada, el mismo deja de ser tal... Se resuelve.
Allí está el secreto.
Los obesos tienen una, quizá, congénita incapacidad para (o a lo largo de su vida no han aprendido cómo, o ni siquiera se atreven a intentar) adaptarse a convivir con los conflictos del segundo tipo.
Ellos, ante los del primer tipo no se ven en problemas. Cuando a un conflicto se lo puede resolver eliminando la causa que lo origina, lo hacen como cualquier otra persona. Pero cuando esa no es la forma posible, su dificultad para adaptarse a vivir con ellos es tal que se ven en la imperiosa, inconsciente y subterránea necesidad de eclipsarlos (engordando, o haciendo algo por agravar la gordura preexistente, por ejemplo).
Esta última reflexión me ha aclarado muchas cosas oscuras que había observado, desde hace años, en una gran cantidad de pacientes obesos.
Me refiero a aquellos que se mostraban tremendamente exitosos en sus actividades laborales o intelectuales (profesionales, trabajadores, empresarios, artistas...).
Cuando con el correr de las consultas nos íbamos adentrando en los vericuetos de la vida privada, extracurricular, de cada uno, notaba en la inmensa mayoría que las cosas en general no estaban demasiado bien. (En casi todos ellos, en realidad, estaban muy mal.)
No entendía como podían ser tan brillantes en algunos aspectos de sus vidas, y tan opacos en otros.
Ahora creo que comprendo un poco mejor todo.
El éxito en sus actividades laborales o artísticas se construye y refuerza a partir de resolver conflictos para los cuales se han entrenado o tienen condiciones innatas para lograrlo. En las profesiones, en los trabajos, en las empresas, en el arte...la inmensa mayoría de los conflictos son del primer tipo, por eso la educación, el entrenamiento o las dotes naturales de cada cual, les hace sencillo el eliminar, con decisiones acertadas, las causas que los producen.
En el resto de la vida de cada uno, en la cotidianeidad familiar, en todo lo que es absolutamente personal y extralaboral, la mayoría de los conflictos son del segundo tipo, por lo que, como hemos dicho antes, para resolverlos deben adaptarse a convivir con ellos. Y es su incapacidad de adaptación a los mismos lo que los obliga a utilizar el mecanismo del eclipse como casi el único recurso que les permite desempañar, aunque más no sea un poco, su felicidad.
Existe algo más que todo el mundo cree saber: la gordura es la promotora de un sinnúmero de afecciones que de ella derivan: diabetes; aumento de las cifras de colesterol y triglicéridos, y descenso de las del bienhechor HDL colesterol en el torrente sanguíneo; aumento de los valores de la presión arterial... Como consecuencia de todo lo anterior: mayor incidencia de aterosclerosis, problemas cardiovasculares. Etc. etc. etc…
Pero nada de esto es cierto (Ya argumentaré esta afirmación más adelante).
Y como todo gordo “sabe” aquello, cuando ante un compulsivo ataque por consumir cosas que engordan; o ante el abandono de una dieta adelgazante que al parecer “estaba dando resultados”; o ante la inopia, ante el –No hago nada por mi gordura– el nivel de conflicto aumenta los grados que cada cual quiera imaginar. Por lo que, en consecuencia, todos los otros preexistentes o los nuevos que aparezcan o el agravamiento de alguno anterior, descienden a un plano tan bajo, que su mente directamente los desecha. Están tan eclipsados por el conflicto dominante...(–¿Qué estoy haciendo de mi vida?. Con la diabetes que tengo, con mi hipertensión y con lo que aumenté de peso en la última semana, y acabo de comerme semejante porción de postre helado...) están tan eclipsados, decía, que no tienen tiempo de pensar en ellos. Y si no dedican tiempo a meditarlos, descubren que les duelen mucho menos.
Nota a los psicólogos y psiquiatras:
Pido, humildemente, perdón por la irreverencia de introducirme en un campo que es de su absoluta competencia. Perdón por exponer esta hipótesis en un idioma tan llano; por el poco, nulo o, tal vez, pésimo uso de la terminología de vuestros conocimientos, mas me he animado a hacerlo porque en las largas charlas que sobre estos temas he tenido con algunos de mis pacientes que, casualmente, son psicólogos y psiquiatras, los noté, siempre, muy interesados en mi exposición de estas ideas, lo que me ha dado el coraje necesario como para exponerlas aquí.
Algunos me han hablado de la “negación” de los conflictos. A mi me gusta más pensar en la dilución de ellos.
Sin ser nadie en esta rama del arte de curar, creo que si lo fuera (realmente me gustaría ser experto en la materia) trataría de enfocar mi terapia en adiestrar al gordo, que por su gordura me consultare, para que aprenda a adaptarse a vivir con los conflictos existenciales cuyas causas originarias él no puede modificar, sabiendo de antemano que si no lo conseguimos, el problema que lo trajo a mi consulta no tendrá ninguna solución.
Cuando me senté a redactar esta hipótesis, el trabajo aparentaba ser casi imposible.
Desplegar lo que para mí es un formidable cúmulo de ideas en forma inteligible y convincente me obligó a reescribirlo, de cabo a rabo, cuatro veces, y muchas más ir haciendo correcciones que pensaba necesarias en cada relectura. Se me hacían imprescindibles.
Cuando después de tanto trajinar llego a esta parte del capítulo, se me plantea un problema aún mayor (una verdadera tormenta intelectual, le comentaba una noche a un grupo de amigos): ¿Qué pensará un obeso al llegar a este punto de la lectura con respecto a la posibilidad de eliminar el problema que le indujo a leer este blog?
Es harto probable que se sienta muy mal a estas alturas –yo me sentiría así, soy absolutamente consciente de eso, si tuviese su problema–.
PERO NO DESESPERE.
Es seguro que vamos a encontrar o a imaginar algunas actitudes productivas que hagan que su fe vuelva a hacer acto de presencia.
Siga leyendo, aún no está todo dicho.
Es también muy seguro que algunos de mis colegas, o de otros profesionales que se dedican al abordaje de estos temas, se sientan contrariados con el mensaje, o no estén de acuerdo con él.
Si así fuera, les ruego encarecidamente (si realmente tienen legítima vocación por llegar alguna vez a la resolución de tan espinoso y universal conflicto) me lo comuniquen, lo discutiremos, intercambiaremos ideas.
A todos los lectores que tengan inquietudes también les ofrezco que me las comuniquen. Trataré, según el tiempo me lo permita, de evacuar sus dudas, o incorporar sus razonamientos, de aceptar sus réplicas o, Dios lo quiera, establecer una nueva amistad.
Les pido por favor que utilicen la cuota de escepticismo que Dios les ha dado en su formación para estar de acuerdo conmigo en por lo menos una cosa: aceptar que las cosas como van no van.
Sin ser profesional del tema (soy programador informático) divagaba sobre esto, llegando a la idea de que quizás era auto-destrucción, o quizás que soy muy primitivo y visceral, por eso salivo demasiado rápido y cogía reservas para las vacas flacas.
Su texto tiene mas lógica. De momento ahora bajo peso lenta y saludablemente pero si algún día vuelvo a pasarme con la comida intentaré tenerlo en mente justo antes de un atracón.
Querida amiga, cuando decidí escribir esa hipótesis sabía en qué barullo me metía. Es nada más ni nada menos que EL CORAZÓN del trabajo. Es el motivo del título del libro. Es el secreto de la obesidad. Lo escribí y reescribí muchas veces, hasta que me dí cuenta que cuando llegó a estar tal cual usted lo ha leido ya no podía mejorarlo más, no sabía como hacerlo más inteligible. Opiniones como la suya he escuchado cientos, y me da pena no haber podido ser más convincente (pero lo que natura non da...). Cuando cuento lo de la otra muchacha, la que se preguntó -¿Habrá alguien en el mundo que no tenga un conflicto eclipsante?-, lo hizo después de una larga charla en donde llegamos a la conclusión que la gordura no es más que uno de esos tipos de conflictos. También el fumar es otro, o el beber en demasía, o el trabajar a destajo, aunque no haya una real necesidad de hacerlo, y hay mil más. Lo que más nos dolió fue advertir que en lugar de entender a la gordura como uno mas de los mecanismos de defensa, se lo llena al gordo de culpas (igual que al fumador, o que al jugador compulsivo...) y se pretende sacarles dinero, acto que, naturalmente y por una cuestión de cultura, nos hace más suave esa culpa. Estoy absolutamente convencido QUE EL GORDO NO SUFRE POR SU GORDURA, SINO POR LA CULPA QUE SIENTE POR HABER LLEGADO "A ESTO". POR LO QUE EL PRIMER DEBER DEL MÉDICO ES CONVENCERLO DE QUE NO TIENE CULPA DE NADA, CON ESO YA TENEMOS GANADA EL 50% DE LA BATALLA. (Más adelante, creo, entenderá mejor esto último).
Claro que todos tenemos conflictos. No me entra en la cabeza que haya habido alguna vez (o que haya en el futuro) alguien que no los tenga. No entiendo por qué se califica "la más tonta", ¿cuándo ha de entender que tan solo es una más de esta raza a la que hemos dado en llamar "seres humanos"?
¡Arriba el ánimo!, y piense que quizá por primera vez va a hacer las cosas bien. Siga leyendo, aun hay muchas cosas de las que debe enterarse, y estoy seguro de que la van a tranquilizar.
Gracias por comunicarse, y le envío un beso.
No hay que fijarse mucho en el tiempo en esto del adelgazamiento. Cada cual consigue éxitos de acuerdo a su idiosincrasia: el hombre, más rápido que la mujer; el joven más deprisa que el más grande; y más el que más se mueve... Nadie baja "lentamente", simplemente porque no tiene con quién compararse. No puede uno hacerlo con quien está enflaqueciendo por morirse de hambre o de anfetaminas, o con alguien del otro género, o con otro más activo... o con un metabolismo diferente. Esto es lo que quiero meter en la cabeza de todo el mundo: CADA CUAL A SU TIEMPO. Y como le decía a alguien en este mismo espacio (no recuerdo a quién), para hacer las cosas rápido no hay que apurarse, lo importante es no perder el tiempo.
Hokulom, si algún día siente deseos de DARSE UN ATRACÓN, déselo, hombre, "no existe en el mundo nadie que esté gordo porque un día se dió un atracón". Llenese usted el bandullo SIN CULPAS, pero pensando -mañana continúo comiendo como se debe.
Un abrazo, y gracias por comunicarse.
me encontré con una antigua compañera de trabajo y da pena verla. Lleva 3 meses haciendo dieta hipocalórica y poniendose unas bolitas en las orejas, los mismos que yo haciendo dieta baja en HC, ella en bascula da 20 kilos menos y lleva 3 tallas menos de ropa, tiene la cara ajada y segun me ha dicho un mal humor de 2 cojones, esta loca por quitarse los 3 kilos que le faltan para " volver a la normalidad" o sea digo yo ¿a engordar?
Yo en bascula doy 10 kilos menos, llevo 4 tallas menos de ropa (he perdido una talla más que ella) estoy de excelente humor y presento la cara muy viva.
Perfecta demostración gráfica de las diferencias entre enflaquecer y adelgazar.
He buscado su libro pero nada, no lo encuentro, ni siquiera en la red como dijo alguien en este blog, asi que aquí sigo esperando sus entregas.
Le mando un fuerte abrazo y, por favor, no deje de escribir en este blog.
En este mundo pasan cosas rarísimas. Me paso horas (literalmente) explicando a cada uno de mis pacientes la diferencia entre adelgazar y enflaquecer (invento parábolas, les hago dibujitos, uso toda la elocuencia de que dispongo…), y tan solo consigo que muy pocos lo entiendan. Exactamente igual con la diferencia entre bajar de peso y ADELGAZAR, pero aquí la cosa es peor: TODOS quieren ver “que ha pasado con la balanza”. No importa si el pantalón se les cae y las camisas les quedan grandes, LO IMPORTANTE PARA ELLOS ES “PESAR MENOS” (realmente me vuelven loco). Pero aparece en mida una María Dolors, de la que ni siquiera conozco su voz ni su rostro, y en cuatro o cinco comunicaciones entendió todo, ¡¡¡ALELUYA!!!
No se da una idea de la importancia de sus comentarios: ayudarán muchísimo a mucha gente, se lo aseguro, por lo que le estoy eternamente agradecido.
Un beso, y le deseo éxitos a su hijo.
PD: dentro de un rato va la próxima entrega, y, si Dios y mi tiempo me lo permiten, en mitad de la semana que viene la que le sigue (creo que son muy importantes).
Voy a leer con sumo interés su octava entrega.
Saludos cariñosos
Maria Isabel
No se asuste, cuando yo digo ADELGAZAR, me refiero a hacerlo PARA SIEMPRE. Y cuando hablo de que "es más dificil de lo que siempre han creido", lo que quiero decir es de lo que siempre les han hecho creer, y no me refiero a la manera de comer, sino a algo más "escondido": el inconsciente de cada cual. Ruego a Dios que cuando dentro de unos días aparezcan aquí los temas que aun faltan, se quede más tranquila y esperanzada (y transformada en "inestafable")
Un beso y gracias por comunicarse.
Mi marido que en tiempo estubo gordo desarrollo una diabetes tipo II, con el consecuente drama ya superado y controlado.
¿Tiene razon cuando dice a uno de nuestros hijos de forma vehemente que se controle con la comida para que no le pase lo que a el; teniendo en cuenta que ud. piensa que la gordura no es una enfermedad,la diabetes se la produjo el exceso de peso?
Gracias, besos.
perdón por la demora, pero recién leo su mensaje.
Su marido no desarrolló su diabetes "por la gordura", sino por las cosas que tuvo que comer para poder engordar. Está muy bien que le aconseje a su hijo que no coma cosas "que engordan", ya que son las mismas que producen diabetes, SI ES QUE SU HIJO ESTUVIESE GENÉTICAMENTE PREDISPUESTO. Si no lo está no la desarrollará. Y si lo está, el no abusar de los carbohidratos puede hacer que jamás se le manifieste, (pero como no hay forma de saber si está o no genéticamente predispuesto, es mejor que suponga que lo está. Al fin y al cabo conseguirá sentirse mejor en todos los aspectos).
Un beso.
No se si se acuerda de mí, pero soy flaca... y como le comentabamos, él ya había hecho unos días la dieta de la primera etapa y yo lo acompañe los primeros 3 días. El tema es que no sé si bajé de peso, pero sí 2 centimetros (+ o -) Los pantalones me quedaron "flojos"...!! En su primer libro dice, por lo que entendí, que los delgados también deben hacer la dieta, que hasta aquellos muy flacos puedan subir de peso. Esos 3 días me sentí re bien, pero cuando me vi más flaca me asustó. Mi problema es que sí quiero hacer la dieta porque me di cuenta que me siento bien comiendo así, pero no quiero ser más flaca!! Qué debo hacer? Muchas Gracias!
perdón por la demora, y gracias a María Isabel que descubrió que no contesté a su pregunta.
No me acuerdo de usted, pero si estaba "flaca" como dice, es seguro que consumía todo lo que "teóricamente" engorda (carbohidratos + carbohidratos).
Eso le hacía retener una enorme cantidad de agua, que es lo que perdió cuando comenzó a comer como Anibal, de allí el descenso de 2 cm
que le preocupa. Cuando vienen chicas "flacas" a "engordar", como les he contado, siempre les aclaro que en la primer semana bajarán de peso y medidas en proporción al agua que pierdan, pero que eso no significa que estén más "flacas", sino menos hidratadas. Si se sigue cuidando, no solo estará mejor, sino que su imagen mejorará gracias al mayor aporte de proteinas que le devolverán masa a sus músculos, por lo que su figura será mas armónica.
Un beso, perdón por la demora, y nuevamente gracias a María Isabel por avisarme.
mi querida,
lo primero que debe entender es que "no se ha refugiado en la comida", sino que lo ha hecho "en la gordura" (la COMIDA es quien se lo permitió).
Habrá entendido que la comida no es un "metodo destructivo", sino un simple (pero complicado -valga la paradoja-) mecanismo de defensa psicológico. Realmente me alegra su llanto, porque sé que "lo ha entendido todo". Siga leyendo, y le aseguro que lo acabará de entender. Si no, escríbame y lo hablaremos.
Un beso grandote (y sepa que, si Dios quiere, yo siempre estaré aquí).
Si quiere hablarme de algo más íntimo, escríbame a cesareo_rodriguez@hotmail.com
El caso es que me mantuve delgada 8 años, pero un 2º matrimonio nefasto vió como recuperaba los 45 kilos en 3 años.
Le cuento todo esto por que estoy totalmente de acuerdo con su teoría, yo misma me había percatado de eso conmigo misma. Mis 2 matrimonios fueron errores y con mi gordura pude aguantar lo que parecía un mal menor.
En el segundo matrimonio, incluso llegué a pensar que engordaba para vengarme de mi marido, del cual sufría maltrato psicológico y detestaba los gordos.
Ahora recién separada temo no poder adelgazar por la comodidad que me da la grasa, así me parece que no tengo posibilidades de otra pareja y por lo tanto de volver a sufrir.
Sin embargo le comunico que la gordura extrema, aunque sea una asignatura pendiente, extremadamente importante en mi vida, no es mi primera preocupación, y por lo tanto me he unido a un grupo de ayuda para codependientes.
Creo haber encontrado lo que realmente es el problema, mis relaciones destructivas y que superado eso la obesidad ya no tendrá sentido.
LLevo varias reuniones y soy mas asertiva que nunca, estoy ilusionada con la esperanza de corregir mis errores y como premio poder solucionar mis problemas con la gordura.
tengo que decirle que su forma de escribir me parece cautivadora, entrañable y arriesgada, cosa que me es fascinante.
Conocerle (algo se conoce del escritor a traves de sus letras) hace que su técnica de adelgazamiento me sea la mas atractiva y espero entenderla para poder llevarla a cabo con éxito.
Mil Gracias.
le escribo desde galicia, España, en diciembre de 2008. Desconozco si continua visitando su blog, y leyendo nuestros comentarios, aún así me animo a dejarle el mío.
Como la mayoría de las personas que posteamos, llegué a su blog buscando una alternativa para adelgazar. Desde pequeña he pasado por muchos "regímenes" para conseguirlo, y siempre he vuelto con más de los que he dejado.
Desde hace varios años he reflexionado sobre lo que usted en este post le ha dado nombre "el conflicto eclipsante". Siempre he pensado que yo me refugiaba en mi gordura para no enfrentarme a otros aspectos de mi vida con los que no estoy satisfecha. Como comprenderá, para mi es un descubrimiento, casi una experiencia iniciática encontrar en sus palabras una explicación. Estoy ilusionada, continuaré leyendo su blog, lo reeleré y me animaré a poner en práctica sus pautas y consejos para cambiar, para buscar nuevas soluciones a mi problema de siempre.
QUiero aprovechar para agradecerle varias cosas, en primer lugar que ponga a nuestra disposición el fruto de su trabajo, además le agradezco mucho que hable con nosotros-as, es tan difícil poder dialogar con un médico!
Un saludo cordial y mi deseo de un mejor 2009 para todos-as.
Patane
Como verá, dentro de mis posibilidades, sigo atento a mi blog.
Me alegra mucho que haya encontrado en él lo que siempre sospechó sobre su conflicto.
Y le aseguro que no es dificil dialogar con un médico, el problema es que ustedes suelen tomar como "médico" a los que tan solo están licenciados para ejercer la medicina, pero que aún no han llegado o jamás llegarán a SER MÉDICOS.
Un beso y ¡FELIZ NAVIDAD!
Primera cosa: le ruego me disculpe, si Patane no me hubiese escrito no hubiese sabido de usted, seguramente se me ha pasado leer los comentarios de esa entrega (pero nunca es tarde cuando la respuesta es buena).
Segunda cosa: creo que tiene todo muy en claro.
Me gustaría saber más de usted (creo adivinar que tiene estudios terciarios), le ruego se comunique conmigo a cesareo_rodriguez@hotmail.com
Le mando un beso.
Qué alegría me ha dado ver su respuesta, Dr. Cesáreo!! y también me ha animado :-)
Le cuento, ya he terminado de leer todos los capítulos del libro-blog, y he reflexionado mucho, como le comentaba en mi anterior mensaje. Aún tengo que repasar algunas cosas que me han hecho pensar, y tengo que posicionarme frente a ellas, pero me apetece poner en práctica su propuesta, poner en marcha este cambio de hábitos y ver, primero, como me encuentro y, segundo, que resultados obtengo.
Estoy convencida de que para conseguir adelgazar (no enflaquecer) más que contar calorías, carbohidratos, etc, hay que pensar por qué hacemos las cosas que hacemos (dietas estrictas-atracones-culpabilizaciones-dietas,...)y planificar una estrategia basada en cambiar de hábitos.
Me alegro mucho de que continue consultando el blog y posteando, porque así podré comentarle las inquietudes que me surjan en esta singladura.
Un saludo y muchas gracias por continuar al otro lado,
bicos,
Patane
sigo leyendo y haciendo su metodo, me siento muy bien, no paso hambre que era el punto principal en cada dieta que empezaba,se termiron mis "atakes de higado" jajaja y esta sexta hipòtesis me encantó!!! tan cierto !! muchas gracias y ..sigo leyendo !!
Gracias por comunicarse, y espero que siga haciéndolo cuando lea las siguientes entregas.
Gracias por comunicarte.
Y no pienses en solo seguir leyendo, te ruego que cualquier duda que tengas, o cualquier opinión que quieras comunicarme, lo hagas a cesareo_rodriguez@hotmail.com
Se conoce que tienes estudios terciarios (y que, indudablemente, eres de España -y, no sé porqué, que de Madrid-)
Feliz año nuevo, Helena.
Escribime a la dirección de mi mail así conversamos un poquito.
Un beso de este otro lado del mundo.
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