07 diciembre, 2020

 

Mito uno

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MITOS EN MEDICINA
(De chico, médico y loco, todos tenemos un poco)

Ese último aserto es una genialidad, y una genialidad universal, ya que no existe nadie que pueda estar definitivamente en contra.
Pero estoy seguro que de “médico” es de lo que todos tenemos un poquito más.
¿Quién no opina sobre el problema de salud que le cuenta su interlocutor? (inclusive hasta cuando el interlocutor es médico).
¿Quién no aconseja a alguien que sufra de algo, hacer alguna cosa que a él le ha hecho bien cuando sufrió de algo parecido?
¿Quién jamás no ha intentado disuadir a algún enfermo para que no tome lo que el médico le recetó, porque a él, o algún conocido, la misma medicación le ha hecho mal?

La medicina es tan antigua como la misma raza humana.
En el 99,9 % del tiempo transcurrido, “desde el primer día”, fue empírica. En el 0.01 % de ese tiempo, en los últimos siglos, se hizo científica (pero aún no hemos podido sacarnos el empirismo de la cabeza. Por lo que podría uno preguntar, haciendo de paso un mea culpa, ¿Qué médico no actúa, aunque sea una vez por día, empíricamente?

Todo esto podría parecer hasta simpático, si no fuese porque mucha de nuestras opiniones están erradas a causa de que muchas veces usamos un razonamiento basado en nuestra “experiencia” más que en la ciencia, y cuando hablo de experiencia no descarto a la de nuestra vida pre-médica (es que los médicos también somos humanos, y, después de todo, el haber estudiado para aprender a pensar como médicos, nos da esa licencia…).

El empirismo de siglos ha creado un sinfín de mitos, muchos de los cuales se han desterrado (ahora, por ejemplo, las mujeres se pueden bañar, y hasta en la piscina, mientras estén menstruando, cosa que era prácticamente un suicidio hasta hace no más de algunas décadas).
Pero muchos otros mitos siguen vivitos y coleando, y aún sostenido por los mismos médicos (incluyendo a especialistas en los temas a los que se refiere el mito -el de que el exceso de calorías produce gordura es un buen ejemplo, que ya hemos visto-).

Por todo esto, a partir de hoy, trataremos de razonar científicamente para erradicar la mayor parte que se pueda de los mitos que aún perduran. Ruego a los seguidores de CHARLAS DE UN MÉDICO que cuando alguna aseveración sobre cuestiones médicas les parezca dudosa (o mítica) me la comuniquen, aquí debajo podrán dejar la pregunta. Así trataremos de hacer más abundante esta desmitificación. Y también pido a mis colegas su colaboración.
No vamos a crear “una nueva medicina”, pero si es seguro de que vamos a ayudar a mucha gente. A esa que cree en los mitos a pié juntillas (por ejemplo en el “empacho” y esas tonterías).

1º MITO: "EL CALOR SECO ES BUENO PARA EL REUMA, EL CALOR HÚMEDO ES MALO".
Quizá éste sea unos de los mitos más antiguos.
Desde tiempos inmemoriales el ser humano observó que en los días de humedad sus articulaciones enfermas estaban más doloridas que en los días secos. Y, efectivamente, así ocurre. Tanto es así que la vieja recomendación de tratar con calor a esas articulaciones más adoloridas que de costumbre, es a condición de que la fuente de ese calor sea seca:
-Bolsa con arena caliente, o secador de pelo, aconseja el médico.
-¿Y la bolsa de agua caliente?
-¡¡¡NOOO!!! eso es calor húmedo.
-Pero mi bolsa no está pinchada. Es nueva y permanece estanca.
-Pero esta llena de agua, y ¿conoce usted algo más húmedo que el agua?
-Bueno, pero… ¿Podré irme algunos días a meterme en las aguas termales?
-¡Eso estaría muy bien...!
Esta conversación, muy parecida a una “conversación de locos”, se desarrolla miles de veces por día entre los pacientes con patologías articulares y sus médicos, y muchos de los que están escuchando esto, o algunos de sus parientes, la habrán tenido en términos semejantes.
Expliquemos el origen del disparate (un clarísimo ejemplo de lo que es una “errónea interpretación de la evidencia”).

Como decíamos al principio, desde el inicio de los tiempos el hombre observó que en los días húmedos sus dolores articulares se hacían más intensos (o dolían sus antiguas fracturas, o sus viejas heridas, quirúrgicas o no). Es más, a muchos les llegó (y les llega) a servir de pronóstico del tiempo atmosférico:
-Va a llover, me está doliendo mucho el juanete… (Y lo más probable es que la lluvia acompañe a ese empeoramiento premonitorio).
Y todo, se verá, tiene su lógica.
En el hemisferio sur, cuando hay viento norte; y en el hemisferio norte, cuando hay viento sur; como el viento es cálido, la presión atmosférica desciende rápidamente. Y junto con ella aumenta la humedad relativa del ambiente, porque esos vientos, aparte de cálidos, son húmedos.
Lo que percibimos inmediatamente es la humedad. Nuestra economía carece de receptores barométricos (de presión de la atmósfera), SALVO QUE UNO TENGA UNA ARTICULACIÓN ENFERMA, O UNA VIEJA FRACTURA, O…
Exceptuando al tórax y al abdomen, el resto de nuestra anatomía tiene la misma presión que la atmosférica. Cuando hay un descenso brusco de ella, se produce una expansión de nuestros tejidos para igualarse a la nueva presión ambiental (cosa que ha de demorar entre dos y tres días), y es esa expansión brusca la que produce el agravamiento de los dolores, Y NO LA HUMEDAD QUE, GENERALMENTE, ACOMPAÑA A LOS DESCENSOS DE PRESIÓN.

El calor es bueno en si mismo porque es míorrelajante (relajante muscular). En los procesos reumáticos de la columna, el 90 % del componente “dolor”, es a causa de la contractura muscular que se produce para evitar que se mueva la, o las articulaciones comprometidas. Lo bueno es el calor, punto. No importa el origen de él (al fin y al cabo estamos rodeados de una capa de piel totalmente impermeable al agua ¿No?).

“Lo que mata es la humedad…”, es una voz popular en estas tierras rioplatenses. Y como los argentinos hablamos en octosílabos, encima queda más poético que decir:
“Lo que mata es el descenso brusco de la presión atmosférica…” (decididamente, ese último comentario no es elegante para nosotros: un nonodecasílabo es contracultural ). Pero al fin y al cabo: no será elegante, pero es muy cierto.

Próxima desmitificación: “LOS ATAQUES DE HÍGADO”

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